2/2/13

Del egoísmo y otras yerbas

Desde que mi primera sobrina tenía ocho años dejé de hablar con ella por teléfono (hace once años aproximadamente que vivo a 2500 kms. de Posadas) y acá vine, acá me quedé, no tenía demasiadas ganas pero me quedé, de a poco me amigué con el viento, el laburo, la vida. Dejé de hablar con Sofía porque terminábamos llorando las dos, dejé de hablar de a poco con todas las personas queridas por la misma razón o porque no tenía guita para llamadas de larga distancia o porque escribir un email corto me parecía una falta de respeto y esperaba tener un rato tranquila para escribir la carta como los destinatarios se merecían, ese tiempo jamás llegó y no creo que llegue nunca ya.
No pasa un sólo día sin que los tenga acá conmigo, no pasa el año nuevo sin que piense con mucha fuerza que ojalá estén riendo, jamás olvido sus cumpleaños pero no puedo hablar, no puedo, más de una vez me hallé haciendo un mensaje de texto con un nudo insoportable en la garganta.
Mi madre partió hace un par de semanas de vuelta a Posadas a esperar la llegada de dos nietos más. Fueron nueve largos meses, vos sabés que no es fácil pero qué madre o padre no representa un problema en mayor o menor medida para un hijo, de la misma manera en que seremos un problema para nuestros hijos, si es que los tenemos. Igualmente le agradecí lo bueno que hizo mientras estuvo acá, en esta casa que no es mía y que no me importa que no sea mía, que no me importa que en cualquier momento me digan "andate", porque el rechazo de los demás no me importa ya, aunque cansa un poco que digan que sos de una manera que no sos, cansa. Si mi madre dice que soy de una manera que no soy, no debe dolerme que alguien más piense así, si madre fuera la madre típica, lo cierto es que mi madre murió hace casi once años, era mi abuela, mi madre, mi hermana, mi amiga ella sabía quién era yo pero se murió, la extraño pero no la necesito, la extraño nomás de una manera asfixiante. 
No sufro más que otros, no sufro menos que otros, no soy más importante que nadie si uno es sólo esto y en cualquier momento dejamos de ser.
La inexistente culpa me dio qué pensar, qué tan mala podía llegar a ser si es que no sentía culpa alguna. La verdad es que no me importa mucho nada, que la vida es así y será  que quizás he cambiado o no, quizás antes mentía para no sentirme no-querida, quizás sea que ahora no me importa ser no-querida y miento que no me importa, y de nuevo el mí-yo-egoísmo que tampoco me importa demasiado si total, uno nunca termina de conocer a nadie ¿quién tiene la verdad absoluta si tampoco nos conocemos a nosotros mismos? ¿o no te encontraste nunca haciendo algo que jamás imaginaste que harías? 
Estoy absolutamente fascinada con no saber qué va a pasar mañana.
Y acá tengo una revista que nunca voy a poder mostrarle a Javier, una remera que le encantaría a Raquel, un montón de botones para Silvia, un vino de las bodegas de acá para Gustavo, las mantas tejidas para mis sobrinas y sobrinos, los dulces caseros para Felipe y Lina, un babero precioso para el primer hijo de Carolina, la receta de los alfajores de piñones para Karina, las pizzas para Graciela, las tarjetas con hojas de los árboles de acá para Francisca, la carta escrita en papel para Zinha, el chaleco tejido para mi papá, el almanaque para mi mamá, los relojes para mis hermanos, la cerveza para Teresita, la puteada para Peque, la guitarreada con Fabiana, la letra de Galopera para Wilma, el abrazo para David, las ganas de San Bernardino, la placa del nicho de mi abuela, acá están.

4 comentarios:

el oso dijo...

Acarreamos tanto, tanto, que al final se nos va encorvando la espalda.
Y creo que, confesadas así o no, todos tenemos esas pérdidas, esas ganancia... Y las ganancias que no son tales, las que no deberían ser pero están.
Entonces puede llegar (también creo que a muchos) el deseo y la necesidad de sobrevivir dignamente, dejando de cargar mochilas ajenas impuestas para poder elegir qué mochilas ajenas cargar.

Casi olvidaba el agradecimiento que iba a hacerte por hacerme pensar y sopesar algunas cosas.
Besos

Santi dijo...

: (

ahora viene la parte difícil donde debo comentar algo. No debo, pero me gustaría.

Yo tengo a mi familia cerca. Podría poner comillas a eso de cerca. Porque yo soy más terco y solitario que yo mismo. Si no es por Jorge, o habría dejado de existir, o de pensar.

Ahora pienso, a veces, cuando oigo algo que le haría gracia a mi primo; o cuando algo me recuerda a mi tía. Hablo de la familia paterna. La otra, buehhh... no sé, por mucha buena intención que se ponga, una ausencia de diecinueve años, sin explicación, sin motivo, en el mismo barrio..., ha hecho de nosotros extraños que se saben los nombres y poco más.

Supongo que me aterra formar parte de la vida de nadie. Y por eso voy y vengo; parece que vengo más que voy. Tampoco es que ellos... No sé.

Si al leerte me pareció que tú lo llevas peor es porque, además de la distancia, yo tengo la habilidad para no pensar, no sentir.


Y será mejor que envíe esto, y te deje un beso.

Abrujandra dijo...

Oso: mi piedra le rompió el vidrio de su ventana hoy, me siento honrada profundamente.
Besos.

Abrujandra dijo...

Querida Hormiga: lo llevo como puedo, como vos, como aquel, como aquella, como podemos todos creo.
Extraños y cercanos, qué loco ¿no? el comportamiento humano jamás será predecible y creo que eso lo hace interesante vivir, o disfrutar de la vida o no disfrutarla.
Por mi parte he cerrado algunas ventanas porque también me cansé de mirar si venía alguien. Como dice el Oso más arriba, pérdidas-ganancias y a veces ni tan ganancias.
Es tan fácil como decir "el mundo es como es y no como quiero que sea" ahora bien, creértelo, ese es oooootro tema.
Besotes de a montones.