
Cuando mi abuela materna (Ña Leonor) se enteraba de que alguien fuera de edad, se moría (joven o niño) decía siempre, pero siempre...siempre -Pobre madre-, aunque no supiera si en realidad tenía mamá. Claro, ella había perdido a su primer hijo (hasta ese momento el único) Aldo que tenía sólo cinco años de edad, pero creo que esto ya te lo conté. En mi familia han habido casos de madres que perdieron a sus hijos;mi tía Nelly sin Roberto, mi tía Herminia (sí, Herminia) y el recién nacido a quien no quiso poner nombre, mi tía Faume y Nancy, doña Manuela y Juan Amor, Isabel que es la actual señora de mi papá perdió a uno de sus hijos también.
De vez en cuando en alguna reunión familiar y, a los postres, mientras los hombres hacían de las suyas, saltaba el tema, yo sólo escuchaba, me parecía que se ponían demasiado tristes claro que yo era chica, pero no boluda...así que me llamaba a silencio observando y escuchando. A medida que fui creciendo, la muerte empezó a hacerse cercana cuando Calile (de quien también te hablé) mi compañerito de primer grado murió, observaba y escuchaba. En mi adolescencia mi amigo Emilio también, era hijo de una amiga de mi papá, él tenía un dos años más que yo, murió de vacaciones en Brasil, pero ya estaba enfermo.
Después fui madre en dos ocasiones y no creo que pueda haber dolor más grande, incomprensible, desgarrador, espeluznante, desesperante y todas las cosas más horrorosas que se te pasen por la cabeza, que el de ver terminada la vida de un ser humano que tuviste en tu cuerpo, que nació de vos, que acompañaste a crecer, no...definitivamente no creo que otra cosa lo supere. Y acá es donde quería llegar y remontarme a un verano remoto en Posadas, la madrugada de navidad, no recuerdo el año exacto, en el que hubo un accidente espantoso y murieron cinco adolescentes, una de ellas era compinchota y vecina mía. Ella y su hermana, con su familia, vivían frente a nuestro departamento, teníamos más o menos la misma edad, ellas eran bellísimas y chetísimas, me prestaban ropa para ir al boliche, me adornaban como si fuera yo su muñeca, me sentía sapo de otro pozo ya que yo, no pertenecía a ese círculo. La noticia fue estruendosa, cinco adolescentes bellos y adinerados muertos en un accidente automovilístico que, como todos, pudo haberse evitado. Todo se disparó, la conjugación de los elementos: fiestas de fin de año, muerte, juventud, dinero, te hace un cóctel difícil de no tomar, así que se hablaba de eso en todos lados.
Tiempo después se formó un grupo de ayuda para los padres que perdieron hijos, se lo comenté a mi abuela y me dijo que eso no servía para nada, ella te afirmaba cosas así, tipo cachetazo, primero no entendés muy bien cómo viene la mano, después...ah, era por esto. El grupo no duró mucho, tiempo después me enteré el por qué, no se ponían de acuerdo en nada, todo parecía una competencia a ver quién había perdido al hijo más joven y situaciones más horrorosas, suena a esas charlas de vejetes donde compiten a ver quién se levanta más temprano.
Era tiempo de volver sobre el tema:
-¿Cómo sabías que no iba a durar?
-Porque la persona que ama a su hijo y lo pierde, lo siente no importa la edad que tenga y no importa si es un aborto de dos meses de embarazo, se sufre de la misma manera, el resto es para hacerse notar con los demás.
Claro, ella anteponía siempre antes de soltar la perorata, el "soy una correntina bruta, hablo de vieja no de bruja, apenas terminé el primario" y te salía con unos tratados que más de un diplomático le hubiera copiado.
Me quedaba una espina todavía, por qué siempre decía "pobre madre":
-Che abu ¿y a los padres no los contás?
-Claro que el hombre siente, pero es distinto, hay madres y madres, pero una madre que tiene sentimientos de corazón (así denominaba ella al amor en estado puro) nunca va a sentir lo mismo un padre, por más que sienta a su hijo, es distinto.
-¿Por?
-Porque es distinto.
-¿Por?
-Porque es hombre.
-Sí abu, ya sé, pero no entiendo, pensé que los hombres que son padres y se desvelan por sus hijos los sienten igual que una madre que también ama a sus hijos.
-No.
-Explicame.
-Los hijos no pasan por el cuerpo de un hombre. Cuando un hijo se está muriendo, su madre lo siente en el cuerpo.
No sé si es porque el padre debe ser fuerte para sostener a la madre, o porque la teoría de Ña Leonor es cierta, pero algo es evidente, no se puede negar que tenés que ser recontracojuda para seguir viviendo después de eso.
Pienso en mi mami con quien durante la mayor parte de mi vida estuve distanciada, aún viviendo bajo el mismo techo o en la misma ciudad. La última vez que nos vimos, no estuvimos bien tampoco, muchas veces pienso en ella y se me hace un nudo en la garganta, la extraño mucho y si hago un poco de esfuerzo, la huelo. Hace poco cuando estuve mal, me enteré de que estaba con la valija hecha para venirse (y eso que no le gusta cargar nada cuando viaja), llamaba cada diez minutos conteniendo el llanto, me imagino la factura de teléfono que le va a venir. Casi todos los días hablamos.
Hay muchas cosas que recuerdo de ella hoy, antes sólo lo loca que se ponía por cualquier cosa, pero empecé a ver en mi memoria las imágenes de las carátulas de los cuadernos, los bailes, cuando me enseñó a tejer en su máquina, a desarmar la máquina de coser, cuando me hizo confesiones, cuando me esperaba al volver del laburo las veces que vino acá y muchas cosas más que voy recordando, me gusta que sea así. Ningún hijo viene con un manual bajo el brazo ¿no?