Y no, no todos somos iguales, me lo recuerda este par de caritas siniestras de cerditos de goma azucaradas.
Los cerditos siniestros
El medio kilo de golosinas maldito lo ligué por una combinación de marcas que hice sin intención en una tienda.
No todos somos iguales, y acostumbrada a ver casi todo tan perfectito, ordenadito; pescar que una de las caras está sin terminar (o pasada de calor) y que no se hayan dado cuenta me hace sentir estafada.
La miro embelesada y me da pena también, como cuando ves de sopetón a una persona que tiene la cara quemada o deformada.
Las gomas azucaradas se me pegan en la bóveda palatina y me producen arcadas, las mismas que me hacen lucir como gallo comiendo tripa al oler mariscos cociéndose o vómito.
No somos todos iguales y darle enter en el cerebro casi a diario hace que no ande matando a la humanidad (¡ cómo me cuesta actuar de persona normal !).
Qué feo ligar gratis cosas que no te gustan pero
como de todo se aprende, de ahora en más, ni gratis agarro sin hacer composición de lugar.
Tarde pero aprendí.