Advertencia necesaria: Si no te gustan las historias cursis, no leas esto. Puede que sea ficción.
Hora de siesta en fin de semana con clima sub tropical.
El gran ventanal del primer piso estaba abierto de par en par dejando entrar el aire caliente que sólo refrescaba la cercanía del lago. Un poco de viento movía de tanto en tanto las ramas que parecían querer meterse dentro de la habitación donde las dos adolescentes hablaban de la escuela, la profesora, el compañero, los chicos que se pusieron de novios y de cómo sería el primer beso. El grabador doble casetera (ícono pudiente de mediados de los ochenta) estaba fuerte y sonaba Dueño de un corazón solitario de Yes.
La visitante era tímidamente morena, insegura de su imagen con esa intensidad que sólo habita en la adolescencia, contrastaba con la de la local, rubia, ojos azules, impetuosa de carácter y compartían una amistad tan profunda como sólo puede ser a esa edad.
En el pueblo no se mezclaba nadie...los gringos por acá y los negros por allá. Siempre hay excepciones de gringos... y negros.
El hermano mayor local y estudiaba en la capital, estaba en casa de sus padres sólo los fines de semana que los compromisos de su banda le permitían.
En los cuentos de hadas él encajaba perfectamente en el de príncipe, para la visitante era inalcanzable siquiera soñar con él y suspiraba secretamente.
Un día estaban tiradas tomando sol y riendo cuando la visitante notó por primera vez la mirada fija del príncipe, solía meterse entre ellas molestando amorosamente a su hermana como sólo un hermano mayor puede hacerlo, la local siempre quedaba muy enojada y le tocaba a la visitante calmarla.
Los próximos cuatro fines de semana siguientes fueron casi idénticos...la mirada y algo que le quemaba en la boca del estómago.
Esa siesta él irrumpió en el dormitorio de su hermana diciendo que la mamá la necesitaba, la visitante se quedó sentada en la cama mirando el suelo paralizada hasta el alma, le empezó a zumbar algo fuerte en la cabeza...él se arrodilló y le levantó la cara por la barbilla, se acercó despacio lamiéndose y le dió su primer beso. Ni en una película podría haber sido más perfecto.
El beso tuvo la humedad, el espacio y el tiempo justo, ella no pudo devolverle la mirada porque sentía que podría caer fulminada con tantos zapatazos que le estaba dando el corazón y con lo mucho que le estaba costando respirar. Él volvió a alzarle la cara y le dijo que era linda, que le gustaba mirarla, escucharla, que era madura para su edad y que esperaba volver a verla.
El fin de semana siguiente la casa local estaba revolucionada, la visitante se tuvo que volver a la suya ante la incomodidad de las discusiones familiares ajenas...en medio de esa semana la local le dijo que el príncipe había embarazado a una de las chicas que frecuentaba en medio de las presentaciones de la banda y que, al ser de familia bien, tenía que responder como un hombre. Él tampoco sabía nada, se enteró en el mismo momento en que la chica bien se presentó en la casa local con sus padres.
La siesta del beso fue la última vez que lo vio.
Luego ese mismo año a la visitante la mudaron a otro país por cuestiones familiares y nunca más supo de su amiga la local, no quería enterarse de qué había sido del príncipe.
Muchos años después se enteró que el príncipe había sido presa de una enfermedad larga, penosa y que había muerto, la conmoción de esa no-existencia la atravesó entera.
Ese beso jamás fue contado por la visitante, ¿quién le iba a creer que el príncipe la había besado? ¿quién iba a creerle que le había dicho cosas lindas? se le hizo costumbre no contarlo ni a su mejor amiga de ocasión.
Buceó miles de veces en sus recuerdos, cada vez que la vida le daba un revés, evocó siempre la mirada, el sabor de ese beso, las dulces palabras de primera conquista y de a poco se sentía mejor. Siguió siendo visitante en todos los lugares donde vivió.
Buscó a su amiga de la adolescencia y la encontró.
Se enteró que en el último tramo de la enfermedad la local lo llevaba a orillas del lago donde él se quedaba horas mirando el horizonte hasta que la tarde se terminaba, ella siempre a su lado en silencio.
Una tarde él le preguntó:
-¿Nunca supiste nada de ella?
Ella casi la había olvidado, él confesó ese beso y que la visitante le gustaba a sabiendas que era chica para cualquier propuesta razonable de noviazgo, que no le importaba y que estaba dispuesto a hacerlo cuando se enteró que tenía que casarse.
En medio de una vida e hijos, amargado por presiones laborales y personales buscó la manera de zafar de las cosas que no lo complacían, que no lo llenaban y siempre tomó el camino de la aceptación, que ...después de todo, no era otra cosa que una interpretación de lo que le habían enseñado...”lo que estaba bien, el deber de un hombre” y luego de los hijos ya nada fue igual, ellos fueron su refugio, ellos no tenían la culpa y acá, en esta historia no hay culpables, *las cosas pasan, o no, por algo.
A cada incipiente separación, su pareja se embarazaba nuevamente y así...cinco hijos después, su vida no podía ser de otra manera.
La local se ofreció a buscar a la visitante pero él le dijo que era tarde para todo y que no quería que lo viera así si acaso la encontraba.
“Siempre tuve muchas ganas, ganas, ganas nomás de volver a verla...¿sabías que esta canción la hice para ella? Decile si algún día la encontrás.”
*NA: Esa frase siempre me pareció bastante pelotuda, consuelo de quienes no pelean por lo que sienten y prefieren quedarse con lo que pudo haber sido y no fue.
7 comentarios:
La historia es bellísima, humana, triste y romántica. Me ha encantado.
El tema es muy lindo.
Me encantó el post, gracias por compartir algo tan hermoso.
Ah, yo soy de las que creen que las cosas pasan por algo, pero siempre tenemos la última palabra y el poder de la decisión. y que no tomar ninguna decisión es decidir que otros decidan por uno, y también de eso hay que hacerse cargo.
Besitos.
EPÍSTOLA: La canción es muy linda...la historia es cursi, sí pero necesaria.
Yo creo que el príncipe pasó por la vida de la visitante para ayudarla a seguir en sus momentos feos, me parece que es así.
Y muy cierto lo que decís...no decidir uno es dar lugar a que los demás lo hagan.
Besos.
"...y tù, quizàs en otros brazos florecida,/ no tengas ya, recuerdos de otros hombres,/pero yo, desde este infierno de pasiòn perdida,/ hoy te recuerdo. Sin rostro. Sin nombre."
Quien no tiene un muerto en el placard?
Bien escrito.
Un abrazo.
GAUCHITO: Gracias. Esos muertos que no están cuando se es joven o, al menos, uno no se da mucha cuenta de qué pasa con la muerte a esa edad inmortal.
El fragmento es muy lindo.
Otro abrazo.
Ojalá no sea ficción!! es muy linda historia, aunque triste.
Las cosas pasan o no por algo y TAMBIEN PARA algo.
Vaya tarea descifrar el para qué de cada cosa!
Un besote pibita. Muy lindo texto :)
UNINVITED: Es triste sí, pero tiene el otro lado del romanticismo cursi con el real que dicen que termina con la muerte.
A veces me parece que el para qué sirve...otras no.
Muchas gracias.
Besote también para vos.
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