14/1/13

La perrada

¡Qué cosa con los perros!
Acá estoy sentada con una taza de té rojo (de vez en cuando me doy aires de señora en medio de la casa medio en ruinas, un laburo asalariado y chato pero con internet, muchos libros y el meñique levantado mientras levanto la taza decorada con una infantil jirafa).
Es madrugón por acá y la fresca lluvia en la ciudad, dio el respiro que hacía falta después de un par de días de intenso calor.
Pondré algo de música. Música sin letras porque no puedo concentrarme, eso me dijo una vez un escritor medio amante que tuve hace un tiempo ¿medio amante? sí, algo así, en realidad nunca supimos qué fuimos, él, escritor maduro y yo, joven sin minifalda con un permiso en las muchas responsabilidades de madre jefa de hogar, la cuestión es que lo copié de manera inconciente y es que ahora no puedo escribir siquiera un mensaje de texto si algo con letra suena.
Y decía eso de los perros porque esta madrugada del día en que cumplo cuarenta y dos años sobre este mundo, la perrada del barrio está empeñada en tener sexo bajo la ventana de mi dormitorio, me molesta el no poder dormir dado que tengo que ir a laburar pero ni modo como dicen los mexicanos.
Aprovecho para escribir algo que no me sale, pero estoy con el firme propósito de hacerlo. No es que quiera ganar un concurso literario pero es que lo necesito nomás.
Este blog que escribí con asiduidad, que abandoné, que volví, que volví a dejarlo, que lo cerré y que volví a abrirlo empezó como lo que es, un diario, la macana es que, siendo un diario público (o, no-íntimo) personas que quiero tienen acceso a él y no les gusta algunas cosas que publico, antes me preocupaba pero ahora estoy entrando en una sórdida etapa de impunidad y no me importa, tampoco me preocupa.
Las decisiones tienen consecuencias, siempre y asumirlas, tanto las buenas como las malas, es cuestión de ¿madurez? lo que me faltaba, venir a madurar justo ahora.
Se entibió el té, ya vengo.
Hablando de perros siempre recuerdo al Chango, el perro de la infancia, ese que de su enorme cola nos prendíamos mi hermano y yo, él nadaba hasta que veníamos chiquita la casa, mi abuela silbaba y él daba la vuelta.


No hay comentarios.: