Se nos murió Plácida Lineros,
de golpe, como un rayo dejo exactamente
veintitrés objetos en su habitación perfumada de
albahacas y pacholí. (una cadena semántica
para el recuerdo).
Una polca paraguaya nos recuerda la muerte
de la última protagonista de
un relato de Roa Bastos.
La enterraron con el pantalón
de montar y el jazminero con veintitrés
flores perfectamente blancas.
El esternón del cielo
hoy recibe a la niña de los yacarés
(la que jugaba a ser la parca cuando
el sol del mediodía correntino te parte el cerebro
en pedacitos de meningitis).
Se nos murió el último vestigio viviente del
realismo mágico. Se fue el año 40, las tardes
de las tunas y el relato del chiquito que tocaba el piano
mientras exudaba el polvo de los ángeles que lo
rodeaban de tiempo.
Antes de morir se arrancó la cola de chancho,
¿había que aparentar normalidad en este momento?
*SilyGus en Posadas allá por el 2002 después que murió mi abuela, la viejita de las fotos que está presente como todos los días anda conmigo algo así como en doble fondo, como la sombra, así.
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