6/8/18

¿Dónde vas?

Cuando 'Misión Holanda' empezó a tomar forma real, la estupefacción de mis afectos era evidente, la contradicción de 'ay qué lindo, es un sueño, qué amor' con el '¿y tus hijas?' y las conjeturas de quienes, por el amor que me tenían, no se animaban a decirme, algunos dejaban palabras como quien olvida un pañuelo sobre una mesa.
No hace falta que explique que cuando alguien se embarca en una misión así, ha tomado el peso de una decisión que fue trabajada enormemente, reuniendo requisitos legales, viajes a buscar certificados, a rendir exámenes, no hace falta que explique que no se trata de la concresión de la calenturienta frase 'me voy a la mierda'. No, no hace falta.
Migrar es soñar, ponerse a prueba al límite, es mirarse al espejo, es tocarse y comprobar que sí, lo hice.
Migrar es no dejar nada olvidado, es la dura tarea de clasificar recuerdos tangibles, esos amuletos de amor que al final son nada.
La realidad es que cada vez que miro el lienzo pequeño que dice 'feliz día mamá' regalo de Souvenir Mayor decorado con corazones y flores hechos con la precisión de sus seis años, una mano invisible me agarra del cuello y aprieta fuerte, tan fuerte que creo que no voy a poder respirar nunca más, cuando van pasando los minutos y recupero el aire necesario, dejo que la nostalgia de su infancia me atraviesen y me duele la panza, muy fuerte mientras los pezones se me endurecen tanto que duelen, la memoria que guarda el cuerpo del parto y los primeros días de su nacimiento. 
Me sumerjo en ese lago profundo que es mi memoria y busco inútilmente más recuerdos.
Cuando dormía, cuando comía, su manito diciendo chau en la guardería, cuando la bañaba, cuando me enojaba, no recuerdo la primera vez que dijo mamá y me odio, pero por más que me odie, no logro recordar. Creo que a mi memoria siempre le doy algo de pena porque me tira con algo para conformarme y me cae como una catarata la vez que fuimos a un laboratorio de análisis clínicos y la llamaron, en ese momento tomé la decisión de que empezara a crecer (cuánta ingenuidad de mi parte ¿no?) me quedé sentada sin que ella se diera cuenta, cuando llegó a la puerta me buscó a su lado y me miró, miró a la enfermera que guiñó cómplice y la hizo pasar con el protocolo 'adelante señorita' S. Mayor entró con la cabeza gacha, recuerdo perfectamente que me sentí una buena madre, que a sus ocho años estaba bien que algunas cosas del peregrinar por el mundo las empezara a experimentar, ahora pienso que quizás haya sido traumático para ella, no lo sé, la enfermera la felicitó mucho, eso también me acuerdo.
Durante más de diez años en Neuquén el Dr. Julio Chaves, el mejor cardiólogo del universo y sus alrededores, no sólo puso a raya a mi corazón que le encanta desbocarse de tanto en tanto, sino que fuimos construyendo una lazo afectivo que no entra dentro de lo que se llama amistad ¿o sí? nunca comimos un asado o tomamos mate en el río pero yo sabía que él estaba incluso el día en que estaban velando a su mamá. El Dr. Chaves me escuchó pacientemente en la última visita por los certificados para seguir tomando la medicación vitalicia por este lado del mundo, le confesé cuánto me costaba elegir qué recuerdos iban a venir conmigo y cuáles tenía que tirar, cuáles dejé en una caja en casa de una amiga, me dijo que el apego es algo cultural, que al final nada traemos, nada llevamos. Hoy, un amigo muy querido me dijo que somos barro y nos vamos moldeando, que hacemos una vasija donde depositamos las cosas queridas y que se fuera a cagar mi cardiólogo. Ambos tienen razón.
Miro la botellita que dice 'te amo mamá' que me trajo de su viaje de egresados de la primaria S. Menor y la misma mano vuelve a apretarme el cuello fuerte, el dolor de panza es distinto porque a ella la sacaron por cesárea un mes antes de que se cumplieran los nueve meses, estuvo sentada y pegó una patada que rompió la bolsa onda 'vengan a buscarme, no pienso hacer el esfuerzo para nacer cuando la naturaleza diga, yo nazco como se me antoja', ella no tomó teta, ella me duele, trato de no recordarla porque me duele, con ella el lago oscuro se vuelve transparente y recuerdo todo, sus enormes ojos color miel, el aroma de su cuello, la primera vez que me dijo mamá, cómo dormía, cómo comía y por más que esté acostumbrada a vivir con algo por lo que sufrir, este es un dolor como si anduviera caminando sin piel.
Así que, por más que la alegoría de mi amigo El Tanus Erectus sea cierta, los amuletos tangibles me son tristes.
A fines de noviembre de este año está programado mi viaje a la Argentina, desde que se concretó la compra de los pasajes volví a tener ganas de escribir.
Claro que sabía que iba a extrañar, claro que sí, no descubrí nada nuevo pero hay una misión más grande sin planes, sabemos que los planes se hacen pero manda la pachamama.

2 comentarios:

walter dijo...

Te extraño, a veces releo tus cosas, siempre admire tu escritura, siempre te admire como persona, siempre fuiste la huella que seguí en este camino. Ojalá gugul inventara las inmortalidad pronto. Te quiero mucho

Abrujandra dijo...

recién leo ésto y ay ay ay qué lindo tu amor